Que crecer no signifique dejar de ser niño

Como cada semana, me di a la tarea de escribir lo que vino a mi mente y lo que sentía en el corazón, principalmente en el corazón, porque siento que de ahí se puede transmitir realmente lo que busco con estas publicaciones.

Esta semana fue especial, regresar a la rutina después de unos días de descanso y de reflexión, siempre que tengo un momento a solas, que la mente está un poco más despejada, ya sea en el trayecto al trabajo o bien en la soledad de mi cama, mi cabeza se pone a pensar en muchas cosas y en muchas personas, esta semana no fue la excepción y lo que más venía a mi mente fue recordar mi niñez y evaluar si realmente estaba viviendo la vida que desde niño quería.

Solamente te pido que recordemos por un instante nuestros sueños de niños, que recordemos aquél pequeño o pequeña que todos los días se despertaba con una ilusión, que pensaba a lo mejor en una profesión o un trabajo ideal que podía cambiar el mundo o ayudar a muchas personas, y que en todos ellos se veía feliz. Y sí, creo que ninguno de nosotros podremos pensar en nuestra niñez con sueños rotos, con ilusiones tristes, con fracasos, con soledad, con angustia, con problemas. La mayoría del tiempo pensábamos que podíamos hacer cosas grandes, que podíamos impactar a muchas, muchas personas con nuestras ideas, y que al final, como cuento, viviríamos felices para siempre.

¿Por qué hemos dejado atrás a ese niño o niña de nuestra infancia? Hoy en el día del niño te invito a reflexionar sobre ello, a darnos cuenta que a lo mejor ese niño con proyectos y con una vida feliz lo hemos dejado a un lado, lo hemos olvidado.

Claro, la vida nos pone muchos obstáculos, nos pone pruebas, desafíos que te hacen madurar y pensar como el “adulto” que hoy eres, sin embargo, no por eso tenemos que olvidar nuestros sueños de pequeños, pues esa inocencia, esa sonrisa que provocan los niños, cambian la vida.

Seguramente a lo largo de nuestras vidas hemos cambiado, hemos copiado patrones de nuestros padres, abuelos y mayores que nos han forjado y nos han hecho ser quien hoy somos, hemos repetido acciones, hemos mejorado otras y hoy somos quienes estamos aquí, espero, buscando ser mejores seres humanos aportando a nuestra sociedad.

Un niño inspira felicidad, su inocencia nos genera ternura, su sonrisa nos contagia, pero nos hemos vuelto más duros, hemos dejado algunas veces de sorprendernos por pequeños detalles, simplemente nos hemos complicado nuestra existencia.

Hoy te pregunto, así como un niño, ¿no te gustaría seguir inspirando todo ello?

Por qué enfrascarnos tanto en nuestro egoísmo, olvidamos esa manera tan simple de divertirnos, de perdonar, de disfrutar cada instante al máximo porque papá y mamá en algún momento vendrán a decirnos que es tiempo de regresar a casa, de despedirnos de nuestros amigos, de apagar esa consola, o simplemente, porque ya es tiempo de dormir.

Nuestra vida adulta nos ha hecho inventarnos el sufrimiento, nos ha generado crisis, nos ha privado de perdonar, de luchar por nuestros sueños, de realmente ser esos generadores de inspiración y de ternura que un niño con una simple sonrisa lo hace.

Te invito a que reflexionemos juntos, acaso, ¿hoy eres ese adulto que de niño pensabas ser? Si la respuesta es sí, te felicito, si es no, ¿qué te falta para serlo? 

Podremos tener muchísimas cosas en la actualidad que me digas que te impiden a serlo, problemas, miedos, incertidumbre, crisis emocionales o financieras que sean ese obstáculo que te frene a ser aquello que deseabas ser de niño, que te “obliguen” a actuar con madurez y responsabilidad, que simplemente te hagan no ser feliz.

Recuerda tu infancia, recuerda esos momentos en familia o con tus amigos, disfrutando cada instante como si fuera el último, ensuciándote, cayéndote pero siempre sacudiéndote la tierra y retomando tu camino.

Así deberíamos ser hoy, disfrutemos nuestra vida como si fuera el último día, ensúciate de todo lo malo que este caos nos provoca, pero levántate, sacúdete el miedo, quita lo malo y vuelve a ser feliz.

Porque si bien lo platicamos en la primera publicación, la felicidad es una decisión, también creo firmemente que nacimos con ella, es innata, viene en nuestro ADN y nosotros solos hemos decidido ponerle trabas y obstáculos que la detienen.

Un niño es feliz y se conforma con pocas cosas para serlo, así deberíamos de hacerlo hoy en día, ver lo pequeño que nos ofrece la vida, el simple despertar, una buena compañía, una película, una plática, una sonrisa genuina, un perdón, simplemente un detalle que te alegre, que te motive y que te invite a, como un pequeño, esperar con ansias el día siguiente, porque seguramente una nueva aventura nos hará soñar.

Dejemos vivir a ese niño que tenemos dentro, recordemos aquellas ilusiones que nos hacían volar la imaginación, que nos recordaban lo frágiles que éramos, la necesidad que teníamos de un “te amo”, lo bonito que era pensar en nuestro futuro y siempre verlo feliz. Aunque pensemos los adultos que somos nosotros los que les enseñamos a los niños a vivir, considero que son ellos quienes son sus pequeñas y simples acciones nos recuerdan lo hermoso que es esa inocencia, lo maravilloso que es sacarle una sonrisa a alguien y lo importante que es disfrutar cada instante.

Seamos esa persona que de chiquito pensábamos que podíamos ser, luchemos por cambiar el mundo, por motivar a la gente, por inspirar a todo aquél que se cruce por nuestro camino, seamos optimistas como ese niño que recuerdas que esperaba con ansias el siguiente día porque seguramente sería increíble, no nos dejemos opacar por las vicisitudes de la vida, al cabo, vida sólo hay una.

Hace poco tiempo escuché a una persona que me dijo: “solos llegamos al mundo y solos nos iremos” y no puedo estar más en desacuerdo con ella, no estás solo, siempre hay personas que nos acompañan y que están dispuestos a caminar a nuestro lado, como un chiquillo que siempre busca a sus padres, hermanos o amigos cuando se encontraba con algún problema, dejemos ese egoísmo que nos nubla la vista y nos hace actuar con todo menos con el corazón.

La reflexión del día de hoy que quise compartir contigo es la siguiente: 

Primero, recordar ese niño de nuestra infancia, pensar en quién queríamos ser cuando éramos pequeños y evaluar si estamos cumpliendo o no con ello.

A su vez, disfrutar cada momento, la vida es muy corta, recuerda a tu “mini yo” que vivía intensamente su día como si fuera el último, recuerda que una pelea se solucionaba con una disculpa y que una caída se borraba con una sacudida de polvo.

Así es hoy, así es tu vida actualmente, no la compliquemos más, es corta y mañana no sabremos si estemos los mismos, estoy seguro que si eres padre o madre buscarás que tu hijo sea el más feliz del mundo, que disfrute, que recuerde mañana su infancia como la mejor de todas, que siempre tenga presente que puede cambiar el mundo con una sonrisa.

Hoy sonríe, cambia el mundo de una persona con pequeños detalles, inspira, motiva a los demás a aprovechar cada instante como si estuviera a punto de ser la hora de dormir y duerme soñando que mañana será el mejor día de tu vida.

Así como los niños, no te guardes nada, habla, demuestra tu cariño con un abrazo, con una palabra, con un “te amo”, porque qué maravillosa sería la vida si todos siempre recordáramos aquello sueños que teníamos de niños, aquellos anhelos, aquella familia, aquél príncipe azul o princesa que nos robara el aliento, aquél oficio o trabajo que cambiara el mundo y lo hiciera mejor.

Sé ese superhéroe, que su sonrisa y sus sueños sean su mayor poder para destruir el mal. Perdona, remueve lo malo y levántate a disfrutar lo simple que nos regala la vida, retoma tu inocencia, tus anhelos, y conviértete en aquél adulto que de niño querías ser.

No es tarde, seguramente podrás estar pasando por malos momentos, por dificultades, tristezas o un sufrimiento que no esperabas, pero hay que levantarnos, disfrutar lo bonito de la vida, pensar que solamente es este día y que mañana nos espera la mayor de las aventuras, sueña e inspira sueños, pues qué mejor que como un niño, lograr ser esa alegría que la sociedad espera.

No importa la edad que tengas, adulto joven, maduro o mayor, si siempre cerramos los ojos, recordamos a ese niño con ilusiones, con sonrisas, con vida y actuamos para alcanzar nuestras metas, otro mundo podríamos construir.

Recuerda, no hay sueños tontos, sino tontos que no sueñan.

Hoy, como siempre… ¡GRACIAS!

Arturo Sumano Ojeda.

Comentarios

Publicar un comentario

Entradas populares