Si el perdonar te generó paz, qué bonito regalo te acabas de dar

Aquí estamos de nuevo, espero que hayas disfrutado como yo de la publicación pasada, el primer intento, las primeras palabras, los primeros pensamientos plasmados en texto, que sin duda, en lo personal, marcaron el inicio de algo que no quiero que pare en mucho tiempo, al final, será el medio para comunicar lo que llevo dentro en un momento determinado, o bien, gustos y creencias que me encantaría compartirlas contigo.
Ahora bien, durante esta semana me dejaste una tarea muy importante, pensar en el siguiente tema del que quería platicar, vinieron muchos a mi cabeza, incluso cambiar radicalmente para darle un giro y poder llegar a más personas, o posiblemente a menos, sin embargo, pensé en darnos el siguiente regalo…
Cuántas veces no nos vemos inmersos en una situación en la que alguna persona nos hace algún daño, en la que parece que el universo se encarga en causarnos perjuicios, o bien, nosotros mismos somos los provocadores de ello.
Llegan, te piden perdón y tú se los das… ¿Cuál es la consecuencia de otorgar ese perdón? Las respuestas son muchas, sin embargo, últimamente he experimentado una y me ha servido muchísimo.
Decir: “te perdono” y que sea realmente de corazón, ¿qué implicaciones tiene en nuestra vida? Parece increíble pensar que cuando otorgamos esa disculpa le estamos dando paza aquella persona que nos causó algún daño y que realmente estamos haciéndole un favor al perdonarlos, pero, jamás nos damos a la tarea de pensar que realmente ese perdón es un “autorregalo”,  sí, así como se lee, nos estamos autorregalando algo maravilloso, pues estamos quitando una carga emocional enorme que teníamos sobre nuestros hombros, le estamos dando tranquilidad a nuestra alma, claridad a nuestro pensamiento, pues al disculpar soltamos lo negativo de nuestro corazón para comenzar de cero, limpio.
Qué difícil pensar en un perdón sincero cuando el daño fue considerable, cuando nos causó muchas lágrimas, mucho pesar, cuando pasaban los días y no pensabas en otra cosa más que en encontrar una respuesta que te explicara el porqué de esa acción. Ahí viene la tarea importante, reconocer que nosotros no somos dueños de las acciones de los demás, que todos tenemos la libertad de hacer lo que nos parezca, pero SÍ somos dueños de cómo asimilamos todo lo que nos llega, SÍ somos dueños de nuestras propias reacciones y cuando aprendemos a tomar lo mejor de ello y perdonar a nuestro prójimo, seguramente encontrarás una vida mucho más plena.
No se trata de un positivismo simple y vago, se trata de aprender de cada situación, de tomar lo que nos ayude, quizás para ser más fuertes la próxima vez, más precavidos, más audaces, más inteligentes, y qué mejor que aprender desde el perdón.
Perdonar, palabra que seguramente se lee muy fácil, que muchas ocasiones pensarás que si “X” persona te hace algo, jamás la perdonarías, y de pronto, eso ocurre y solamente tienes dos opciones: 
1) No perdonar y seguir con esa carga en el pecho y en el corazón, ese pensamiento negativo, esa ansiedad e incertidumbre; o bien, 
2) Después de un análisis, de llorar, de sacarlo todo… Otorgas el perdón desde lo más más profundo de tu corazón, sueltas la negatividad y la carga emocional y comienzas a sentir cómo tus pensamientos toman otra dirección, ya no van hacia recriminar o cuestionar algo, sino que, se encaminan a reconstruirte, a sanarte a devolverte paz, a ser mejor.
Entonces, ¿ya te estoy convenciendo que perdonar es un “autorregalo”? Ve las consecuencias tan buenas que ello conlleva, ve lo positivo que eso puede resultar, ve cómo, si el perdonar te generó paz, qué bonito regalo te acabas de dar.
Yo sé, para muchos podrá parecer imposible pensar en esto, entiendo, es fuerte el dolor provocado por el resentimiento que tenemos y que nos mantiene atados a quien nos lastimó, pero hay que aprender a ponderar entre buscar la justicia, o bien, encontrar la paz.
Y en este momento me gustaría hilar la publicación pasada con esta, el perdonar va precedido por unadecisión, yo decidoperdonarte, yo decidoreconciliarme conmigo mismo, yo decidoempezar de cero, con el alma limpia y comenzar mi reconstrucción desde lo más sincero y sano que dicha decisiónrequiere, al final, ¿qué bueno me podrá dejar el no perdonar? NADA, y no te lo digo para que pases la vida perdonando a diestra y siniestra y que cada persona pueda hacer contigo lo que quiera, porque al final siempre estarás dispuesto a perdonar, no, no es eso, es evaluar cada situación, es ver por qué esa persona actuó de esa manera, aprender de ella, poner límites, mostrar cero tolerancia ante ciertas fallas, en pocas palabras, comprender que cada ser humano es libre de hacer o deshacer a su antojo lo que tiene que ver con su vida, sin embargo, eso no genera por sí mismo el hecho de poder atropellar a los demás, y si perdonamos las faltas que nos hacen, también deberá ir acompañado de un compromiso de la contraparte de no volver a hacer lo que nos causó daño, pues mucho implica el arte de perdonar, como para que no exista con ello un compromiso fuerte, real y consciente, de no volver a hacer eso que tanto hirió, y ahí es cuando más importancia retoma la siguiente frase: “mi libertad se termina, cuando empieza la de los demás”.
Por último, pero no menos importante, quisiera retomar un tema que toqué previamente: el perdón a ti mismo… ¿Difícil, no? 
Considero que podría ser lo más complicado de todo el “perdón”, muchas veces somos nuestros peores verdugos. Nos podría resultar ligeramente sencillo el perdonar a los demás, el reconciliarnos con el mundo y con la vida, pero cuando nosotros mismos somos los que nos herimos, qué tarea tan más profunda y ardua, pues, conlleva la idea de liberarnos de nuestras propias acciones, de aprender a comenzar nuevamente y con la firme idea de no volver a cometer lo que tanto nos cuesta superar, al final, somos nosotros mismos quienes nos pusimos en esa situación.
Podría resultar sencillo, pues nadie busca hacerse daño, nadie va por la vida queriendo sentirse mal a propósito, sin embargo, nuestras pequeñas acciones nos causan pesar, y comienza la asignatura de evaluar nuestro caminar, saber que no fue lo correcto, reconocer que nos equivocamos y que eso nos aflige, y trabajar día con día para ser mejores personas, para poco a poco eliminar conductas que nada bueno nos dejan y… ¡Perdonarnos!
Sí, perdónate, libérate, renace de tus errores y busca mejorar, somos los que peor nos juzgamos, los que más nos recriminamos, los que nos tratamos de la manera más dura; sin embargo, si logramos reconciliarnos con nuestro ser, saber que si bien dolió y nos causó pesar, tenemos la enorme oportunidad de soltarlo, de valorar que todo ello son enseñanzas, son oportunidades, son experiencias que nos fortalecen y nos ayudan a comprobar que no somos perfectos, que cometemos errores y que a partir de ahí, lo único que nos queda es salir a flote, brillar y renovarnos. Pues bien, si logramos ese renacer, nuestra imagen proyectará lo bueno y no lo malo, sacará esa luz de una persona madura, que se perdona, que se libera, que aprende de sus tropiezos y que tiene la capacidad de comenzar de cero, sin cargas emocionales y con el ánimo de siempre, siempre, ser mejor persona.
Es por ello que te invito a trabajar en el perdón, en buscar reconciliarte con aquellas personas que tanto daño te causaron, de acercarte con los que te hacen mejor, los que te generan paz y tranquilidad, los que buscan darte sonrisas y no lágrimas, los que luchan junto contigo, los que se levantan, los que te perdonan, los que reciben con humildad una disculpa tuya, los que de corazón eliminan el rencor y que por ese amor (primero propio), buscan sumarte y darte su mejor versión, pero para ello, siempre busca ser TU MEJOR VERSIÓN.
Regálate tranquilidad, regálate armonía, regálate cosas buenas, regálate empezar nuevamente, regálate gente dispuesta a perdonar y perdonarse, regálate lo bonito de la vida, regálate paz, regálate libertad, y de verdad, te prometo que seremos mejores.
Ahí está, uno de los mejores autorregalos que nos podemos dar, estar en presencia de más sonrisas, más gente buena, más gente que sume, más almas libres y corazones sanos.
Llegamos al final de esta publicación, la disfruté muchísimo y espero que tú también, te deseo una Semana Santa llena de mucho amor, de mucho perdón y de todo lo bueno que te mereces.
Nos vemos pronto.
Hoy, como siempre… ¡GRACIAS!
Arturo Sumano Ojeda.


Comentarios

Publicar un comentario

Entradas populares