Que tu palabra no se la lleve el viento
Feliz como siempre de tener un tiempo de acercarme a ti por este medio. No sé si alguna vez les ha pasado que piensas y piensas en un tema y sientes esa necesidad enorme de escribirlo, de grabarlo, de recordar posteriormente todo aquello que ya habías pensado. En esta ocasión así me pasó, y pensé en platicarte un poco del tan famoso: “Poder de la Palabra”, pero más allá de eso, lo quise plantear desde dos puntos de vista, el primero, como la herramienta que tenemos para comunicar algo, y el restante, como aquél contrato u obligación que hacemos al empeñarla.
Sin ningún orden de importancia, empecemos con el que mencioné en primer término.
La palabra, ¡wow! Medio perfecto del ser humano para comunicarse, para expresar ideas, pensamientos, sentimientos, emociones, realmente para todo. Es la herramienta exacta para darnos completamente a entender, por medio de ella, hacemos amistades, cerramos negocios, abrimos puertas, iniciamos relaciones de amor, en fin, llegamos a lugares inimaginables con el simple hecho de utilizarla.
Tenemos la gran oportunidad de emplearla de un modo positivo, para construir, para generar bienestar, para ayudar a las demás personas que estén atravesando por un mal momento y con paciencia, prudencia y tacto, comunicar aquello que sirva, que trascienda.
La palabra es hermosa, con ella podemos llegar a todo el mundo, sin embargo, la ausencia de ella también genera peligro, somos seres humanos, con necesidad de comunicarnos entre nosotros, y el hecho, en especial en las relaciones, de no expresarnos, puede provocar silencios que terminen por acabarnos.
Pensemos también en las palabras que nos decimos a nosotros mismos, cuántas veces en el día no nos sentimos locos por estar hable y hable solos, algunos, se hablan en tercera persona, otros, como si estuviéramos teniendo una conversación tan profunda con nuestro “otro yo” pero, en su mayoría, lo utilizamos para recriminarnos o juzgarnos, que termina por hundirnos sin que ni siquiera nos demos cuenta, pues, normalmente somos los más duros e incluso hirientes cuando nos referimos a nuestra persona, así que ojo, si tú no te echas flores, ¿quién?.
Imaginemos un poquito ese poder del que te hablo, si nuestro vocabulario con regularidad se centra en pesimismo, en pobreza, en rendirte, seguramente será lo que tu subconsciente atraiga, así que, mínimo por pura conveniencia, comencemos a expresarnos a nosotros mismos con gratitud, con ánimo, con alegría, y seguramente eso podrá rendir frutos de comunicar a los demás sentimientos mucho más amenos que los que con frecuencia expresamos.
Hace muy poco leí algo que me pareció muy importante, démonos cuenta cómo le hablamos a los niños, como nuestra manera de transmitir es mucho más cuidadosa y amorosa, tenemos precaución en qué palabras utilizar para que el niño las aprenda y se desarrolle en un ambiente sano, creo que puede ser un consejo bastante útil para comunicarnos con los demás, imaginar por unos segundos que estamos con un niño y así, aprender a pensar dos veces antes de hablar.
Utiliza la palabra a tu favor, que sea tu fiel amigo y confidente, que cada vez que estemos por comunicar pensemos en el resultado de ella, pues una vez que salen de nuestra boca, no hay vuelta atrás.
A su vez, es más peligrosa que un arma, capaz de destruir al utilizarla; sabemos, que muchas veces hieren más las palabras que cualquier acción, con ella, tenemos la capacidad de echar a perder la confianza y el amor que una vez nos tuvo alguien. Trabajemos en ello, muchas veces el ímpetu, la adrenalina, las sorpresas, el enojo, el miedo o la tristeza, nos lleva a expresar ciertas cosas que realmente no queríamos, que al pensar nuevamente sabemos que nos equivocamos, pero la verdad, es que esas palabras ya quedaron grabadas en la caja negra, se convierten eternas en la mente y corazón de las personas, por ello, tomémonos el tiempo necesario de analizar para poder ejecutarlas con mayor inteligencia.
En fin, todo lo que sale de nuestra boca forma parte de los pensamientos que tenemos y que al final atraemos, busquemos un poco más de positivismo en nuestra vida, atraigamos lo bueno con nuestro pensar y realicémoslo correctamente con nuestro hablar, pues en este mundo de incertidumbre, violencia y falta de generosidad, seamos ese motor de alegría y positivismo con nuestras palabras, sin duda, podremos ser ese pequeño cambio que nuestro entorno demanda.
Por otra parte, como lo expresé al inicio, me gustaría tratar desde otro enfoque el término “palabra”, este es desde el punto de vista de una promesa, de un compromiso, una obligación, un contrato.
Recuerdo muy bien hace ya varios años una frase que un gran amigo (que si alguna vez lee esto espero que se acuerde) y fue la siguiente: “Honra tu palabra como honras tu ser”, de esas frases que llegan a tu cerebro para quedarse, pues eso es, quien realmente se valora, se respeta a sí mismo como ese templo que debemos cuidar, sabrá que el simple hecho de “dar tu palabra” se traslada a una obligación inquebrantable de cumplir con lo prometido.
Viajemos un poco al pasado, nuestros abuelos, bisabuelos o incluso nuestros padres, más allá del famoso “papelito habla” existía la palabra… Toda venta, préstamo de dinero, intercambio, promesas en relaciones, etcétera, se guiaba al cien por ciento por esa palabra empeñada, no necesitaban de ningún contrato para cumplirla, pues su honra estaba en juego.
Hoy hemos perdido esa maravilla, le hemos rebajado todo valor a nuestra palabra, pensamos que nada pasa si no cumplimos con lo prometido, pues al final, no hemos signado ningún documento que nos comprometa.
Así pasa en las relaciones humanas del día a día, cuántas veces no quedamos con un amigo, con nuestra pareja, con un socio, con tu jefe, con un cliente, con tus papás en hacer determinada acción y que al final por flojera, por desidia o simplemente porque se nos hace fácil no cumplir, lo dejamos para otro día o simplemente se queda en el olvido.
Honra tu palabra como honras tu ser, una frase que si la analizas y le das el sentido tan profundo que ella merece, te podrás dar cuenta que más allá de cumplir o no con lo pactado, estamos en presencia de nuestra credibilidad como personas, que esa palabra empeñada vale más que cualquier papel, que si quedamos en vernos, en charlar, en ayudarte, en pagarte, o en lo que se te ocurra, con el simple hecho de comprometernos bastará para que eso ocurra.
Ahora, para redondear un poco ambos sentidos que le dimos a “la palabra”, se me ocurre lo siguiente:
Mantengamos pensamientos positivos pues ellos nos hará que todo lo que expresemos sea en el mismo sentido, y a su vez, busquemos que cada que nos comprometamos en algo con alguna persona, intentemos cumplirlo con gusto, con amor, pues así como nos queremos a nosotros mismos, así como nos amamos, démosle ese valor que corresponde a nuestra palabra, ahí, nuestro positivismo, nuestro compromiso y nuestro actuar, seguramente rendirá los frutos que nuestra sociedad requiere.
HOY, COMO SIEMPRE… ¡GRACIAS!
Arturo Sumano Ojeda.
Excelente reflexión que hay que aplicar.Felicidades.👍
ResponderEliminar